Por Alberto Carrizo, Poeta y Escritor
Fuente: La Estrella
Paulino es un artista, al que no le importa dejar caminos interiores tras de su logro, si en ello le va el futuro de un discípulo que ya tiene –gracias al mentor- los ojos abiertos a ese mundo de los que siguen la luz interior y la recrean en el color, en la textura, en la línea, en la forma, en la simetría, en la composición, en el retrato, en el paneaux, en el bodegón o en el simple boceto.
Paulino, nacido taltalino, “donde el tiempo olvidó sus viejas botas” (me recuerda el mismo, invocando los versos de Andrés Sabella) pero ya casi 20 años iquiqueño de adopción, está empeñado en un tarea ejemplar: recuperar en el niño, adolescente o adulto, lo que se está perdiendo en este transitar de mundo que todo lo explica y resuelve con tecnología: la mirada estética, la actitud para enfrentar la existencia con el transfigurar la interioridad que sólo concede el arte, en sus diversas manifestaciones. Y lo ha conseguido, sin estridencias, ni fanfarria publicitaria, convirtiéndose en un mentor cultural imprescindible, ganándose la confianza de todas las edades, que buscan en la pintura y el dibujo un camino para explicarse a sí mismos.
Paulino Astudillo ya tiene más de medio millar de seres mirando el mundo con ojos de pintor y no transige en esa tarea que ya sobrepasa catorce años*. Como profesor de arte comprendió a tiempo que los caminos más seguros del ser están iluminados por el descubrimiento esencial de la belleza, como patrona de vida, como diosa de amores permanentes, icono de vida hacia el interior de las visiones existenciales. Paulino sabe, que no importa que de tantos que formó, no asome un nuevo Tiziano, un Velásquez o un Matta, o tal vez un Picasso; la tarea suprema de este artista-pintor profesor y mentor es la que define el verdadero maestro, sin la estridencia del oropel. Sólo la dignidad de nombrarle como tal: maestro, es la dignidad mayor de un artista.